Una alianza histórica que amenaza con fracturarse
El que ha sido uno de los acuerdos más estratégicos y determinantes del desarrollo de la inteligencia artificial en los últimos años está al borde del colapso. OpenAI y Microsoft, socios desde 2019, se encuentran envueltos en una disputa cada vez más agria que podría marcar un antes y un después en el futuro del sector.
Desde hace semanas, las negociaciones entre ambas compañías se han vuelto tensas, complejas y plagadas de reproches cruzados. El detonante: OpenAI quiere transformarse oficialmente en una “public benefit corporation”, una figura híbrida entre empresa con fines de lucro y compromiso social, y para ello necesita la bendición de Microsoft. ¿Por qué? Porque según los acuerdos firmados, cualquier conversión de este tipo requiere su aprobación. Y Microsoft, lejos de facilitar el proceso, está apretando las tuercas.
¿Independencia tecnológica o divorcio inevitable?
El punto más crítico está en la dependencia técnica y contractual que OpenAI mantiene con Microsoft. Actualmente, todos sus modelos de IA se alojan exclusivamente en la nube de Azure, lo que limita su capacidad de expansión y diversificación tecnológica. OpenAI quiere romper esa exclusividad y tener la libertad de trabajar también con otros proveedores como Google Cloud o Amazon Web Services. Pero Microsoft no está por la labor.
A esto se suma una disputa aún más delicada: el control de la propiedad intelectual tras la inminente adquisición de la startup Winsurf, cuyo editor de código es un fork de Visual Studio Code. OpenAI quiere mantener esa tecnología bajo llave, mientras que Microsoft exige acceso completo según los términos actuales del contrato. El problema no es solo técnico: ambos ven en el otro a un competidor directo. Y eso ya es dinamita pura.
El ultimátum: ¿Denuncia antimonopolio?
La situación ha escalado tanto que, según fuentes internas, OpenAI ha considerado seriamente activar la “opción nuclear”: denunciar a Microsoft por prácticas anticompetitivas ante los reguladores estadounidenses. De concretarse, esta ofensiva podría implicar una revisión federal del acuerdo por parte de la FTC (Federal Trade Commission), que ya investiga al gigante de Redmond desde hace más de un año.
El trasfondo es claro: OpenAI necesita completar su conversión legal antes de que acabe el año para no perder 20.000 millones de dólares en inversiones comprometidas. Y Microsoft, consciente de que tiene la sartén por el mango, está aprovechando cada cláusula firmada para endurecer su posición.
De aliados a rivales: la ruptura silenciosa
Durante años, Microsoft fue el mayor aliado de OpenAI, invirtiendo miles de millones a cambio de acceso prioritario a sus modelos. Pero hoy ambas compañías compiten directamente: GitHub Copilot vs. ChatGPT, soluciones empresariales enfrentadas, forks estratégicos y fichajes de ejecutivos rivales. Satya Nadella no solo financió el ascenso de OpenAI, también ha reforzado su propio ecosistema de IA con talento que antes estaba en las filas de Sam Altman.
Y por si fuera poco, Microsoft quiere asegurarse de que, incluso si OpenAI alcanza la soñada inteligencia artificial general, seguirá teniendo acceso prioritario a esos modelos. Otro frente más en una guerra que ya se juega en todos los frentes.
¿Y ahora qué?
Todo apunta a que el futuro de esta alianza pende de un hilo. Las negociaciones siguen, pero el tiempo corre en contra de OpenAI. La presión interna crece, la urgencia financiera aprieta y la pérdida de control estratégico amenaza con dejar a la startup atrapada en un acuerdo que hoy le impide volar libre.
La pregunta ya no es si el acuerdo se tensará más, sino si es posible salvar una relación en la que ambos ya se ven más como adversarios que como socios. Y si no hay entendimiento, lo que fue una de las colaboraciones más poderosas de la era de la IA podría terminar como uno de los divorcios más sonados de la historia tecnológica.
Fuente: The Wall Street Journal