De promesa genética a juguete roto empresarial
Lo que en su día fue una revolución biotecnológica hoy protagoniza uno de los naufragios más sonados del sector. 23andMe, la célebre empresa estadounidense que popularizó los tests genéticos caseros, se ha declarado en bancarrota bajo el Capítulo 11 tras años de tropiezos financieros, escándalos de privacidad y una caída libre en su valoración: de 6.000 millones de dólares en 2021 a apenas 50 millones en 2025. Un desmoronamiento de libro.
A pesar del colapso, la empresa ha asegurado que mantendrá sus operaciones durante el proceso judicial, y planea vender sus activos en una subasta competitiva. Lo que añade más dramatismo al asunto es la renuncia inmediata de su cofundadora y hasta ahora CEO, Anne Wojcicki, quien anunció que se aparta para participar como “postora independiente” en la venta de su propia empresa. Sí, ella misma quiere recomprar el barco que ayudó a construir... y que ahora naufraga.
The 23andMe Special Committee released news today indicating their plan to take the company through the Chapter 11 process. While I am disappointed that we have come to this conclusion and my bid was rejected, I am supportive of the company and I intend to be a bidder. I have…
— Anne Wojcicki (@annewoj23) March 24, 2025
ADN, saliva y una bomba de relojería legal
Desde su creación en 2006, 23andMe ofrecía a los usuarios la posibilidad de descubrir sus orígenes genéticos y predisposiciones de salud simplemente enviando una muestra de saliva. Más de 15 millones de personas se sumaron a la propuesta, seducidas por la promesa de conocerse mejor a sí mismas... pero quizás sin imaginar que, junto con su ADN, entregaban algo aún más valioso: sus datos.
En 2023, la empresa sufrió una brecha de seguridad monumental que expuso la información genética de 6,4 millones de clientes. Y no solo eso: los atacantes accedieron a informes de salud y datos de genotipo en bruto durante más de cinco meses mediante técnicas de credential stuffing. El daño fue tan grave que la compañía acabó pactando una indemnización de 30 millones de dólares para cerrar una de las múltiples demandas colectivas que se abrieron a raíz del escándalo.
La confianza en juego: datos, privacidad y promesas incumplidas
En plena crisis, la oficina del fiscal general de California emitió una alerta instando a los usuarios a borrar sus datos, destruir sus muestras y retirar el consentimiento para que se usen con fines de investigación. Instrucciones detalladas para eliminar la información, paso a paso, empezaron a circular en medios y redes sociales.
Desde la empresa insisten en que la privacidad sigue siendo una prioridad. Según sus portavoces, los datos están correctamente protegidos, y su modelo garantiza que la información genética se almacena de forma separada y con múltiples capas de seguridad. Sin embargo, organizaciones como la Oficina del Comisionado de Información del Reino Unido no se fían tanto. El ICO recordó que la genética está entre los datos más sensibles que una persona puede compartir, y que 23andMe sigue sujeta a las estrictas exigencias del RGPD británico.
Una CEO que lo arriesga todo
La carta abierta de Anne Wojcicki tras su renuncia mezcla nostalgia, autocrítica y ambición. Reconoce los logros —más de 250 publicaciones científicas, 50 programas con GSK, un 85 % de usuarios que dieron su consentimiento para investigación— pero también asume la responsabilidad por los errores.
“No cabe duda de que los desafíos han sido reales, pero sigo creyendo en el futuro de esta empresa”, escribió en X. Wojcicki no esconde que quiere recomprar los activos y seguir luchando por un modelo donde el usuario tenga acceso directo a su información genética y control total sobre sus datos. ¿Será posible reconstruir sobre las ruinas?
El legado incierto de un pionero
La caída de 23andMe no es solo la historia de una empresa mal gestionada. Es el reflejo de una industria entera que avanzó demasiado deprisa, sin detenerse a pensar en las implicaciones éticas y legales de manejar algo tan íntimo como el ADN.
Hoy, el futuro de los millones de perfiles genéticos que posee la compañía está en el aire. Y aunque se aseguren protocolos, cláusulas y cifrados, la pregunta permanece: ¿quién tendrá acceso a toda esa información cuando se venda la empresa? ¿Y qué harán con ella?
El sueño de conocer nuestro linaje y prevenir enfermedades se está topando de bruces con la dura realidad del capitalismo digital: todo, incluso nuestro ADN, puede ser subastado al mejor postor.
Fuentes: